Cuento del joven

Un joven ágil, elegante, risueño y de habla dulce estaba unido a nuestro círculo; su

corazón nunca se veía afectado por ninguna tristeza y siempre tenía los labios prestos para

reír. Dejó de venir un tiempo y cuando volvimos a encontrarlo tenía esposa e hijos, el

júbilo erradicado y marchita la flor de la pasión. Le pregunté: «¿Qué es todo esto y por qué

estás así?». Respondió: «Cuando tuve niños deje de portar-me como un niño».

¿Es que el niño y las canas han cambiado a mi compañero?

Como penitencia, basta el cambio del tiempo.

Cuento del cadí

Se cuenta que el cadí de Hamadán sentía deseo por un mozo herrador. Su corazón ardía

como herradura en el fuego. Cierto día estaba acongojado corriendo a buscarle,

expectante, como dicen los cronistas:

 

Me vino a la vista aquel esbelto ciprés,

me robó el corazón y me caí al suelo,

estos mis ojos lascivos me llevaron a su red.

Cierra pues los ojos para no picar el anzuelo.

 

Oí que el joven fue al encuentro del cadí en una calle, ya que algunos se habían enterado

del asunto y él estaba sumamente ofuscado. Le soltó una sarta de insultos, le arrojó

piedras y no hubo falta de respeto que no le mostrase. El cadí le dijo a un ulema, reputado

como él mismo: ...

Consejos del moribundo Tai

En el momento en que la muerte amenazaba a Tai, alguien le preguntó: " ¡Oh tú que estás en la esencia del secreto!

¿Cómo te encuentras en este penoso momento?" El respondió: "No puedo decir nada de mi estado; he medido el viento durante todo el tiempo de mi vida, al final voy a tierra y buenas noches". No hay otro remedio a la muerte que el ver la cara de la muerte; su rostro desaparece en medio de los gemidos. Todos liemos nacido para morir; no nos quedará vida; tenemos que someternos. El que ha mantenido al mundo bajo el sello de su anillo (Salomón) actualmente está como un mineral bajo tierra.

El guerrero que toca con su pica la superficie del cielo, no tardará en estar cubierto por el polvo de la tumba. Todos los muertos duermen bajo tierra; pero, aunque dormidos, están confusos. Ve cuán difícil es el camino de la muerte: pues en este camino, la primera estación es la tumba. Si tuvieras el conocimiento de la amargura de la muerte, tu dulce alma estaría completamente en desorden. 

Cuento de los ladrones

Una banda de ladrones árabes se encontraba apostada en la cima de una montaña; tenían

cerrado el paso de las caravanas, los habitantes de la región se hallaban intimidados por

sus emboscadas y el ejército del sultán estaba doblegado, pues se habían refugiado y

atrincherado en un lugar inaccesible de la cima. Los consejeros de aquellos reinos delibera-

ron para alejar de sí aquella calamidad, pues si continuaban resistiendo les sería imposible

enfrentarse a ellos.

 

Un árbol que raíces acaba de echar,

con la fuerza de un hombre puede ser movido.

Mas si largo tiempo está en el mismo lugar,

no lo arrancarás ni tras haberlo retorcido.

Se impide con una pala que un arroyo avance,

pero cuando se llena, no lo pasa un elefante...

Cuento del rey y el príncipe

Oí que un príncipe era bajo de estatura y de aspecto ruin, y sus hermanos altos y de

hermosa apariencia. En cierta ocasión su padre le echó una mirada de desprecio con la

que le daba a entender su desestima. El hijo, mostrando perspicacia e ingenio, dijo: «¡Oh

padre!, un bajo instruido es mejor que un alto inculto, y no todo aquel cuya estatura es

mayor tiene más alto valor. El cordero se come y el elefante no es jamás que un despojo».

 

Tur, de las montañas del mundo es la menor,

pero en dignidad, para Dios es la mayor.

¿Oíste lo que le dijo un sabio delgado

en cierta ocasión a un gordo iletrado?

«Es mejor un caballo árabe enfermizo

que tener lleno de burros el cobertizo.»...

Canción del amor

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

Sobre la alta paciencia de mi frente

hay una estrella, murmullando sobre un cementerio del mar

y una distancia perdida

cuyos recuerdos de su sonrisa

Cantaban los secretos de mil pechos sellados.

Anécdota sobre Hallaj

En el momento en que iban a empalar a Hallaj, él sólo pronunciaba estas palabras: "Yo soy Dios". Como no apreciaron estas palabras, le cortaron las manos y los pies. Palidecía a medida que la sangre salía en abundancia de su cuerpo. ¿Cómo, en efecto, en esta situación, podría alguien permanecer coloreado? Entonces este hombre, cuya conducta era tan bella como el "sol", se apresuró a frotar sus manos cortadas contra su rostro, comparable a la "luna", diciéndose para sí: "Como es la sangre la que colorea la tez del hombre, quiero servirme hoy de ella para volver mi rostro bermejo. No quiero parecer pálido a los ojos de nadie; sino que quiero estar rojo, por temor a que el que me viera pálido en este momento pudiera pensar que he experimentado temor. Ahora bien, como yo no experimento el menor temor, debo tener el rostro bermejo. Cuando el sanguinario hombre que ha ejecutado la sentencia pronunciada contra mí se vuelva hacia el patíbulo, verá que hay allí un hombre valiente. Puesto que no considero más al mundo que al bucle del `mim'   ¿por qué me inspiraría temor (`bim') este lugar? El que come y duerme en el mes de julio con dragones de siete cabezas se encontrará bastante mal con semejante juego, pero para él el patíbulo será muy poca cosa".

Anécdota sobre Yunaid

El imán de la religión, Yunaíd, ese profundo océano de sabiduría, mantenía una noche en Bagdad discursos tan excelentes, que los mismos cielos los escuchaban con diligencia.

Ahora bien, Yunaíd, este director espiritual, tenía como hijo a un joven hermoso como el sol. Ocurrió que le cortaron la cabeza, ¡deplorable cosa! y que le arrojaron con desprecio en medio de la reunión que presidía Yunaíd. Cuando el virtuoso personaje vio esta cabeza, no se quejó y, por el contrario, calmó la agitación de la asamblea. Después dijo: "Había puesto en el fuego esta noche el gran caldero de mi alma: él necesita del favor divino para que los secretos antiguos se manifiesten en él; pero no lo será ni más ni menos por lo que acaba de ocurrir".

Las tres truchas

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Dicen que los hombres son de tres tipos: previsores, deliberantes y perezosos. El previsor es el mejor y el de mejor ingenio, pues ve venir las cosas antes de que éstas sucedan, y de ellas obtiene lo que procede para su bien, destruyendo el mal antes de que le alcance y atajando el miedo antes de que le sobrevenga. El deliberante es aquél a quien, de acaecerle alguna tribulación, no desmaya ni se apoca. El perezoso es aquél que, tardo en cumplir con sus deberes, anda siempre en falsas seguridades hasta que llega la tribulación y en ella perece...

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