Poemas árabes (1)
Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti
Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:
una luz que nace de un sol y de una luna.
Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti
Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:
una luz que nace de un sol y de una luna.
Los peces muertos de la fuente,
¿acaso sienten su frío caído de lo alto?
¿acaso miran con asombro mi nuevo traje
Yamāl ud-Din Mohammad Seyyedí conocido como Orfi es considerado uno de los mejores poetas del estilo hindí. Nació en el año 963 h. / 1555 d. C. en Sh'irāz y estudió literatura y música en esta misma ciudad. Desde su juventud compuso poemas maestros que firmaba como Orfi. En diversos libros se recoge que, a la edad de veinte años, contrajo la viruela lo que hizo cambiar el aspecto de su cara y provocó el rechazo de la gente.
Estos acontecimientos verdaderos, con los nexos que unen a unos y otros, tienen lugar en el mundo sutil del Alma, el mundo del Malakūt, mundus imaginalis. Algunos han hablado de “crónica de Akasha” (este término designa el mundo sutil). Lo que estamos considerando propone simplemente la expresión “historia imaginal”. Cualquier filosofía que pierde el sentido del mundo imaginal se cierra el acceso a los acontecimientos cuyo escenario constituye, y será víctima de los falsos dilemas.
En la filosofía trascendental sadriana la existencia en el nivel ontológico está constituido tres mundos existenciales: el mundo del intelecto, el mundo intermedio y el mundo de los sentidos.
El mundo del intelecto (العالم العقلي) o la existencia intelectual es el mundo del puro intelecto que está exento de materia e imagen, es el mundo de las categorías angélicas y el mundo más cercano al origen el más antiguo y el más fuerte. Allí se encuentran las realidades o arquetipos de todas las cosas y desciende de allí todas las perfecciones de los seres en sus dos horizontes, el intermedio y el de los sentidos y contiene en el a los dos...
La noche se desliza por las estepas,
Las manos de las nubes pasan por el horizonte
Y las tinieblas duermen,
En impresionante calma,
Bajo las alas del silencio.
Debajo de las murallas hay otras murallas
que ocultan otras murallas:
Ur y Jericó, Nínive y Nimrud.
Y sobre las ruinas,
donde se han desvanecido los suspiros de los enamorados
y el crujir de dientes de los desnudos esclavos,
hay unas colinas, habitadas por hormigas y por grillos,
que reverdecen por primavera.
Un árabe fue a Persia y se admiró de las costumbres que encontró allí. Este ignorante, cuando visitaba el país, pasó por azar delante de una casa de caridad. Había allí un puñado de gentes desordenadas que se habían jugado los dos mundos y que no decían palabra. Todos sin mujer, sin óbolo, pero con el corazón puro; todos exentos de mancha, a cual más. Cada uno de ellos tenía en la mano una botella de vino turbio que había tenido el cuidado de llenar antes de sentarse. En cuanto el árabe vio a estas gentes, sintió inclinación hacia ellos y su espíritu y su corazón cayeron en el gran camino de su carrera. Cuando los pensionistas lo vieron así perdido de honor, de razón y de espíritu, le dijeron todos: " ¡Entra, oh hombre de nada!" Entró pues de grado o de fuerza. Esto fue así y esto es todo. Se volvió libertino como ellos. Habiéndose embriagado por el efecto de una sola copa de vino, se quedó como borracho y su masculino vigor se vio aniquilado. Tenía muchos objetos de valor, mucho oro y plata que uno de estos pensionistas le cogió al instante. ...
Yo tenía un palacio
que albergaba a las mujeres más bellas del mundo:
árabes, bizantinas, turcas y kurdas.
En mi palacio había juguetes fabricados en París
y un ejército de gatos de Damasco.
Era el único hombre de la historia
sin hijos, criados ni descendientes.
Decirte cómo está el corazón es mi deseo.
Recibir noticias del corazón es mi deseo.
Mira mi desmedida ambición: descubierta la historia,
ocultarla a mis rivales es mi deseo.
En la noche de Gadr, tan noble y tan amada,
dormir contigo hasta el alba es mi deseo...
Sa’dí no es filósofo ni místico. Es sólo poeta, un verdadero poeta. Es sobre todo un poeta del humanismo cuyo orgullo es el amor y la moral. No es un Platón como para hablar del mundo imperceptible de lo oculto y hacer del amor y del espíritu esencia tan primordial que no tengan relación alguna con la materia y lo corpóreo. Es un Sócrates que presta atención al hombre y a su destino. El amor por un efebo del bazar, como Sócrates con Alcibíades, no lo considera tampoco un impedimento para buscar el humanismo y la perfección. Al igual que Descartes, se percata de que todo el mundo está satisfecho de su inteligencia, y, como Voltaire, mira con indulgencia los conflictos y las discrepancias y quiere que todos tengan la libertad y el coraje para expresar sin miedo su opinión y su pensamiento. Pese a todo, al igual que Platón, teje para sí un mundo imaginario en el que sacrifica la fealdad y la maldad a los pies del bien y de la belleza, y, a la vez, como Sócrates, profiere osadamente y sin temor todo aquello que considera la verdad y no da pie a que el odio y la inquina del vulgo entre en sus pensamientos. ...
Cuenta Gertrud Bell una leyenda según la cual el joven Hafez, para conquistar a una muchacha, decidió pasar cuarenta noches en un lugar situado a cuatro millas de Shiraz, llamado Pir-e Sabz, porque allí se aparecía el profeta Jezr y concedía al que hubiera cumplido tal cupo de velas el don de la poesía. Aunque al llegar a la noche treinta y nueve la muchacha se le rindió, él siguió su ritual una vez más hasta que, en efecto, Jezr puso en sus manos la copa que contenía el agua de la inmortalidad. Será leyenda la leyenda, pero que Hafez pudiera posponer por un día el amor a la poesía es algo que se detecta en sus poemas, los cuales, en general de amor, son en primer lugar una creación literaria de gran magnitud. Comparables a los hermosos alicatados de las mezquitas iraníes, los versos de Hafez están tan llenos de destellos y de movimiento que nos atrapan; ...
Los musulmanes de los siglos VII- IX aplicaron el nombre de Al Andaluz a todas las tierras que habían formado parte del reino visigodo: “La Península Ibérica, la Septimania Francesa y las Islas Baleares”. En sentido estricto, Al Andaluz comprenderá la parte de aquellos territorios administrados por el Islam. Conforme avanzaban los cristianos su extensión se iba reduciendo considerablemente y a partir de siglo XIII designó exclusivamente al reino de Granada. La resistencia prolongada granadina contra las incursiones castellano aragonesas dieron lugar a que el nombre Al Andaluz se halla fijado en esa región en particular. El eminente filólogo español Joaquín Vallvé nos dice en su trabajo “La división territorial de la España musulmana” que la expresión árabe “yazîrat al Andaluz” (Isla de Andaluz) es una traducción pura y simple de Isla del Atlántico o Atlántida. Los textos musulmanes que dan las primeras noticias de la Isla Al Andaluz y del Mar Al Andaluz se clarifican extraordinariamente si sustituimos dichas expresiones por Isla de los Atlantes o Atlántida y por Mar Atlántico. Lo mismo podemos decir del tema de Hércules y ...
¡Oh, tú, piedra fría dura
Perplejo en el polvo!
¿Hasta cuándo los niños del callejón montan en tu espalda?
Por una vez pega un grito,
-¡Ruge!
Desde que te he visto
estás tan silencioso,
olvidado por tus propios semejantes.
Abul Qasim Mansur Ibn Hasan Al Ferdowsî (940- 1020) nació en las cercanías de Tûs- hoy la Sagrada Mashhad y se ganaba la vida mediante la venta que le propiciaban sus tierras. Fue contemporáneo de la dinastía turca de los Ghaznevidas que mantuvo el poder aproximadamente de 962- 1040. Durante ese reinado se adoptó el zabanê farsî (idioma persa) como lengua administrativa y se da a aparecer como heredera de los Samaníes, opuestos a los turcos qarakhanidas del Asia Central. El cenit de su poderío se dio con el caprichoso Shâh (sultán, rey) Mahmud Al Ghaznaví. Ferdowsî luego de trabajar por más de 30 o 35 años en la composición del “Shâh Nâmeh” se dirigió a la corte del Shâh Mahmud con la confianza de que poseía una gran riqueza y reputación para interactuar entre los diversos poetas que retenía el monarca.